Ani Yehudi

lunes, 29 de diciembre de 2008

1701 no es un número cualquiera

por Mario Linovesky

No es un número cualquiera de los infinitos que hay, sino uno bien específico. Ese guarismo de cuatro cifras identifica la resolución de la ONU mediante la cual, un par de años atrás, la comunidad internacional de naciones, cuya mayoría está compuesta por estados árabes y otros muchos países que dependen del petróleo que los primeros producen y les venden, frenó la ofensiva israelí en el sur del Líbano, justo cuando las tropas terrestres judías habían avanzado hasta el Río Litani. De allí a destruir la capacidad militar de Jizballá, organización terrorista apadrinada por Irán, les quedaba un solo paso. La ONU no lo permitió. E Israel acató cándidamente tal mandato y gracias a ello las ínfulas de las bandas terroristas crecieron hasta el paroxismo. La ONU, por medio de esa desgraciada resolución, determinó que una fuerza de paz suya se interpondría entre las partes beligerantes y ocuparía el sur libanés, mientras que el ejército del país de los cedros debería darse a la tarea de desarmar a la pandilla liderada por el Jeque Nasralla y constituirse en la única fuerza armada libanesa. Nada de eso ocurrió, desde entonces hasta hoy las fuerzas de paz de la ONU no saben ni ellas mismas para que están allá y Jizballá ha vuelto a sentar sus reales en el sur del Líbano, rearmándose doblemente para sustituir lo que Israel les había destruido o incautado. De tal modo aquella guerra, a la que el país hebreo fue obligado a ingresar luego de que forajidos del partido de Dios hubieron incursionado a su territorio, matado a varios soldados y secuestrado a dos a los que posteriormente devolvieron muertos a cambio de la libertad de uno de los peores terroristas que conoció Oriente Medio, Samir Kuntar, tras haber aceptado Israel sin más ni más aquella resolución nº 1701 que sabía que los terroristas no iban a cumplir ni siquiera medianamente lo llevó a perder esa sensación de invulnerabilidad que tenía su ejército y su consiguiente capacidad de disuasión. Así Nasralla, encerrado en un escondite del que no sale ni para corroborar si hace frío o calor y sus facinerosos vestidos de “población civil” aprovecharon la aceptación israelí de alto el fuego y se autoproclamaron vencedores de una guerra que claramente estaban perdiendo, pero haciéndole creer a otros terroristas que con Israel se puede...

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