por Roxana Levinson
Desde que llegué al país me ha llamado mucho la atención el trato y la deferencia que tiene la gente, en general, hacia los soldados.
Es que realmente enternece verlos cargar esos bolsos enormes, los ojos chiquititos y lagañosos, subiendo a buses y trenes, en larguísimos viajes en los que sólo se dedican a dormir. Pero dormir como sólo un soldado lo puede hacer.
Cierta vez iba en el tren desde Beer Sheva (en el sur, bien al sur) hacia Tel Aviv y había muchos, muchísimos soldados. Algunos en los asientos y otros, sencillamente en el piso, durmiendo. Uno de ellos tenía la cabeza apoyada sobre su mochila, el cuerpo acurrucado en un rincón del vagón y el celular pegadito a una de sus orejas. El teléfono comenzó a sonar, con una estridente melodía jasídica, cantada y todo, y el soldadito… nada. Una vez y otra vez y otra más, y el bello durmiente… nada!...
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Ani Yehudi
miércoles, 26 de noviembre de 2008
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1 comentario:
Este artículo de Roxana me pareció espléndido.
Y visité su blog y quedé encantada!
Todos sus post son muy pero muy buenos.
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