Señores, estoy deprimido. Mi vida carece de sentido. Años de estudios e investigaciones se han ido por el desagüe. Mi mirada vaga perdida, repasando por encima los títulos de los libros que se alinean en las bibliotecas de mi casa.
¿De qué me sirven? ¿Para que sirven Heródoto, Josefo, Suetonio, Filón, Toynbee, Russel, Dubnow? Todos ellos mintieron, todos ellos siguen mintiendo a través de sus páginas. También la Biblia me ha mentido. Y ni que hablar de los archivos, las piezas arqueológicas, las excavaciones. ¡Todo es mentira! Lo más triste es que deberé abandonar mi carrera de historiador y dedicarme a otra cosa más productiva. Ellos y sólo ellos tienen la verdad. Sólo los dignos investigadores palestinos se atreven a enfrentar a esas mentiras sostenidas durante siglos por tantos pseudos-investigadores y falsos testigos de los hechos.
¡Miente la Biblia cuando narra la construcción del templo salomónico!
¡Mienten los arqueólogos que muestran falsas tabletas babilónicas que relatan la destrucción del templo!
¡Mienten los historiadores griegos que acompañaron a Alejandro cuando afirman que vieron ese templo en Jerusalén!
¡Mienten los historiadores romanos en sus crónicas...
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Ani Yehudi
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